"Escapemos juntos al parque", le decía, mientras le agarraba con fuerza las manos.
Aún recordaba la dulzura de esa niña y su propuesta. Esos ojos almendrados que con cariño le señalaban el camino hacia los columpios.
Todavía hoy es capaz de saborear ese momento. No tiene más que mirarla y rescatar de entre los pliegues de la piel de sus manos el calor de antaño. Porque al mirarla, sus ojos continúan despidiendo la chispa de la alegría. Aquella que le convenció una tarde para escaparse al parque.
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