Dicen las malas lenguas que sucedió de la noche a la mañana: cogió todas sus pertenencias o, al menos, las que le cabían en una mochila Reebook que encontró de casualidad abriendo el armario de la entrada, metió la ropa que usaría en los dos días siguientes, un par de mudas para la niña, pañales por si acaso...y se largó.
Algunas vecinas vieron por la mirilla de sus puertas cómo bajaba las escaleras mirando asustada hacia atrás.
Ya en la última reunión de vecinos se acusó su ausencia e incluso en la votación para las próximas obras, se dieron cuenta de que voto era vital para sacar adelante el proyecto. Al final, ni voto, ni obras.
En los tres rellanos anteriores a su casa, unas vecinas comentan que se mudó y que sigue viviendo en el barrio. Un rumor al que otras acuden raudas a desmentir, asegurando que donde se ha marchado ha sido a casa de sus padres.
A su pareja, nadie ha vuelto a verle. Y aunque se dejaba notar poco por el vecindario, todo el mundo se ha acabado dando cuenta de que no es a él a quien echarán de menos por las tardes.
Ayer, a otra vecina le pareció verla paseando por la calle principal, empujando el triciclo de su hija. Pero ni giró la cabeza, ni tuvo oportunidad de llamar su atención para poder ofrecerla un cortés saludo. Tal vez uno que pudiera sonsacarle algunas palabras y las razones por las que abandonó tan de improviso la casa.
Así que el tema seguirá siendo un enigma en el vecindario, al menos hasta la próxima junta de vecinos, en que seguro vuelve a salir en la conversación, el tema de la extraña huida de la vecina.
Y a falta de portero que rellene las horas muertas del cotilleo vespertino, ya está el buzón, cada día más repleto de correspondencia, que indica que en verdad, ya no vive nadie allí.