Lleva dos horas pasando el tiempo mientras pasa las hojas. Casi no le presta atención a la historia que encierran las páginas, porque la espera se le hace más pesada que la novela que lee.
Intermitentemente, abre y cierra el libro y entre medias, observa a la gente de su alrededor. Muchos son abuelos, a quienes acaban de dilatarles las pupilas en la consulta del oftalmólogo.
Otras tantas, embarazadas que se acarician la barriga con la misma parsimonia con que van pasando los minutos...
Y la doctora que no llama.
Y el libro que sigue sin llamarle.
Y el teléfono que no suena.
Y la espera, que se le está haciendo eterna...