Que no. Que no quiero ir. Que no me apetece abrir los ojos. Que no he dormido bien. Que me duele la cabeza de pensar que tengo que aguantar de pie varias horas, varias vidas, varios intensos segundos sin respirar.
Que nunca me he sentido así de mal, ni así de bien. Que nunca me sentí de esta manera.
Que no puedo describirte mi desidia. Que no me encuentro con ganas. Que las fuerzas se escaparon entre mis piernas y se me fueron escurriendo entre los dedos de la mano. Que tenía la mano abierta y como tras una caricia empujé las ganas hacia el exterior. Que después sólo hubo aire, susurros, suspiros y un 'Ay' tan largo y suave que se me olvidó agarrarlo para que no se fuera demasiado lejos.
Que tengo que decirte que no. Que no quiero ir. Que se acabaron las excusas vacías. Que desapareció el tintineo de la campana que me despertaba cada mañana y ya no encuentro ganas para buscarla.
Que no voy a ir. Que me quedo contigo.
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