No es extraño verles pasear por la calle Zurbano, como si fuera media tarde, a las 8 de la mañana. Cogidos de la mano, charlando, ella con gafas de sol y él, con la corbata nueva.
Nadie apostó por ellos cuando presentaron al otro a la familia. Porque él era bajito y ella salía de tres relaciones fallidas. Ambos, sin hijos.
Pero ellos creyeron y continuaron. Decidieron vivir y saborear cada paseo como si fuera el primero que daban. Cogidos de la mano, contándose lo que acaban de vivir juntos o lo que ya habían visto a la vez. Cualquier tema siempre es bueno para una conversación.
La verdad es que ella parece mucho mayor que él. Sin embargo, nadie en el barrio lo asegura. Sólo comentan, con cierta envidia, lo bonito que es ver, cada mañana, a esa pareja de enamorados pasear. Aunque a donde vayan sea al trabajo.
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