De repente un día alguien pensó en arreglar el mundo. O tal vez pensó en exprimir toda posibilidad de ir hacia adelante, no dejando fluir todo como buenamente mandase el propio devenir de las cosas, al amparo de poder conseguir algo más que el resto. De repente un día alguien se creyó en posesión del bastón de mando y con una simple recomendación con aspecto de teoría sucumbió a los mandatarios de varios de los países más débiles del planeta.
Y de la teoría a la práctica, las gentes de esos lugares olvidaron luchar enfervorizadamente por recuperar la esencia de lo que siempre habían sido. Se dejaron llevar, presas del pánico por perder lo poco que tenían y quedarse sin nada más que el recuerdo de lo que fue.
Chile, Argentina, Rusia, Irak...Ahora se deshoja de manera global la margarita del 'me quiere, no me quiere', esperando una solución planetaria a la crisis que afecta de Norte a Sur y de Este a Oeste. Una crisis de valores, de ideas, de esperanza y de búsqueda de soluciones conjuntas.
De un tiempo a esta parte dejamos que otros decideran por nosotros. Dejamos que impusieran medidas cuyas consecuencias no son otras que el enriquecimiento de los más ricos y el empobrecimiento de los demás. Hoy permitimos que elijan gobiernos a la carta de alguien mucho más poderoso que ellos; de aquél que maneja a su antojo el recorrido de países enteros.
Con cinco millones de parados, la sociedad española ha evitado la confrontación social y ha callado a la espera de una solución a corto plazo que tardará en llegar lo que tarda alguien en convencerse de que aún no ha llegado el momento de parar.
A diferencia de otras épocas, hoy sabemos que, aunque dejemos que otros jueguen con nuestros intereses, no nos engañan. Sabemos además que los mercados, los llamados poderosos, los entes abstractos que al parecer mandan sobre todas las cosas, son cuatro o cinco cuyos nombres nos suenan aunque no se pronuncien en alto, por no asustar.
Si es cierto lo que dicen, ¿por qué seguir quedándonos en 'shock' pudiendo alzar las manos y luchar por lo que es nuestro?, ¿por qué permitir que afuera sigan hablando alegremente cuando lo que se juega de verdad es el futuro de todos?
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