El tímido viaje de la hoja

Se asoma tímidamente hacia afuera, divisando a qué distancia le queda el suelo desde la última rama del árbol en que se encuentra. Allí abajo, un lecho de hojas castañas y doradas la esperan como cada noviembre, marcando el paisaje otoñal de la avenida. Al más mínimo soplo, las acompañará y, quién sabe, quizá un niño la recoja y convierta en parte de un bonito mural sobre las estaciones para un trabajo del colegio.

Se deshace del vínculo y, dibujando medias lunas sobre el aire, se lanza al asfalto. 'Es que quiero ser como ellas, estar como ellas', se dice mientras cae. Y ahí, acurrucada como las demás, poder descansar junto al resto de lanceoladas.

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