Comenzaron comentando entre clase y clase los capítulos de La Aldea del Arce de la tarde anterior. Eras muchas las novedades ocurridas a la conejita Patty y al osito Bobby. Y así, entre canciones de infancia, entre osos amorosos, episodios de Barrio Sésamo y personajes como los Snorkels, los Picapiedra o Oliver y Benji, fueron afianzando una amistad que nació entre bolas de plastilina y cartulinas de colores y se selló para siempre el día en que los comentarios se redujeron a series como Cinco en Familia o Aquellos Maravillosos Años.
Steve Urkel o el Príncipe de Bel Air comenzó a perfilar sus gustos en común por la comedia, diferenciando a cada una por el hecho de que a S le gustaba más el humor fácil y a la otra S le iba el análisis de ese humor que, al fin y al cabo, también le hacía gracia, para qué negarlo.
Melrose Place y Beverly Hills 90210 las acompañaba tímidamente a una adolescencia que comenzaban a vivir de la mano.
Hasta que Friends llegó a sus vidas como un tifón. A golpe de risas y de sketches, las obligaba cada tarde a salir rápido por la puerta del Instituto para llegar a cada una de sus casas y ver los últimos minutos de esos 15 que duraba cada episodio en Canal+. Luego, una llamada de teléfono que se prolongaba a lo largo de más de media hora, ponía el broche final a una divertida tarde.
La entrada a la Universidad supuso su separación académica. Cada una por su lado, se esforzaba por recuperar capítulos no vistos, bromas mil veces comentadas y risas compartidas de esos seis amigos que vivían en la Gran Manzana.
Hoy siguen charlando, siguen mezclando risotadas con ocurrencias vividas en sus respectivos trabajos, pero a nivel de series, cada una ha forjado su carácter y las diferencias son evidentes: mientras a S, la del humor facilón, comenzó a interesarle la Historia y se declara fan incondicional de series como Roma, Isabel o Cuéntame, la otra S prefiere Juego de Tronos.
No olvidarán cómo aquél '¿Cómo va eso?' les mostró que no es tan complicado o idílico ser 'amigas para toda la vida' cuando gustos tan diferentes se dejan ver con la duración de una carcajada.
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