Crochet

El pequeño miraba al centro de la plaza con los ojos como platos. Apretaba con fuerza la mano de su padre mientras éste, insistente, tiraba de él en dirección contraria, impaciente, nervioso. Nadie creyó estar viendo lo que veía: dos muñecos de gomaespuma a puñetazo limpio. 

El padre suspiró y, con un par de zarandeos, convenció a su hijo para continuar el paseo por el centro de Madrid. "Vámonos" - le dijo -, "dejemos que sigan haciéndose cosquillas".  

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