Le han llevado a Cáceres

Desde las Villuercas o Alcántara, y pese a que las voces no consiguen llegar hasta la Administración, hace mucho que los vecinos solicitan un hospital en Trujillo. Y las razones son más que claras: dificultad de acceso a Cáceres, tardanza en el suministro de ambulancias en localidades como Salorino, Valdefuentes, Logrosán o Zorita, y escasez de medios..., sobre todo escasez de medios.

Porque pocas afirmaciones asustan tanto a la tercera edad de localidades como Trujillo, Guadalupe, Miajadas o Logrosán como el decir que a alguien se le han llevado a Cáceres. Porque tras esta sencilla frase rápidamente comienzan a aparecer en la memoria colectiva infinidad de desgracias que pueden llegar a ocurrir en los casi 60 minutos de trayecto (por no hablar de otras localidades cuya distancia es mayor y por tanto cuyo tiempo de espera puede rondar hasta casi la hora y 30 minutos) que median desde la puerta de casa hasta la entrada a Urgencias del Complejo Hospitalario, máxime si quien traslada al enfermo o paciente es la ambulancia.

Aún hoy, en pleno siglo XXI, todavía hay personas en círculos rurales que se niegan a ir al hospital porque han decidido que su enfermedad no es lo suficientemente grave como para aguantar tanto tiempo en llegar a manos de un especialista. Todavía existen familias que prefieren costearse un seguro privado con más del 40% de su salario mensual para no tener que soportar la intensa espera de una ambulancia y circular a través de pueblos y más pueblos hasta llegar al que se supone es el Hospital que les corresponde.

Todo esto, sin tener en cuenta que muchas veces el acierto o no de un diagnóstico adecuado no importa tanto como el periplo que se ha tenido que realizar hasta llegar a la ansiada camilla.

Aun así, y a fuerza de pasar por alto, la falta de seguridad o vigilancia en planta (como sí puede encontrarse en recintos, por ejemplo, de Madrid) los cacereños se enorgullecen de poseer un Hospital que les corresponda, aunque el llegar a él les suponga más quebraderos de cabeza por lo costoso que por lo eficiente.

En las Plazas de los pueblos, cuando de fondo se escucha el sonido intermitente de la ambulancia, se deja de jugar al mus, al dominó o de hacer calceta, porque ya lo que queda es pedir al destino que la dolencia soporte el camino hasta llegar al Hospital, porque el camino es largo y porque, aunque no lo comentan, las infraestructuras a día de hoy, continúan siendo escasas, tan escasas como que se prefiere pasar la fiebre o el dolor dentro de cada alcoba.

‘Le han llevado a Cáceres', dicen con disimulada preocupación. Mientras que el resto de vecinos aletea mentalmente la suerte que tienen por mantener una salud de hierro, al menos hasta que vuelva a sonar la sirena.

 

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